Sería un gran error, tratar a las principales islas de las especias como tribus arcaicas. Tras varias centurias recibiendo comerciantes de toda Asia cuando los ibéricos hicieron presencia en las islas fueron recibidos por importantes sultanatos, señores de amplios territorios e islas más lejanas. Estos sultanes determinaron la actuación europea. Su alianza fue vital para mantener el frágil equilibrio militar entre españoles y holandeses (los primeros con Tidore y los segundos con Ternate). Cuanto más conozcamos a las sociedades locales, más entenderemos las acciones llevadas a cabo por los europeos.

Hijo del sultán Babu, no tuvo un reinado fácil ya que tuvo que hacer frente a todos los intentos que los españoles emprendieron desde Manila para la recuperación de Ternate. Tras tres intentos repelidos (1584, 1585 y 1603) el cuarto (1606) supuso la pérdida de la isla, y la cesión de su soberanía a la Corona Española. Siguiendo las órdenes de Pedro de Acuña, tuvo que acompañarle a Manila donde inició un triste exilio hasta su muerte en 1627 (estuvo a punto de ser trasladado a Nueva España, aunque finalmente permaneció en Manila). Volvió a Ternate en 1611 acompañando a la expedición del gobernador de Filipinas, Juan de Silva, quién pensaba que sus antiguos súbditos le seguirían reconociendo como su soberano. El gobernador español no pudo estar más equivocado, sus antiguos súbditos no le perdonaba haber cedido a las aspiraciones españolas firmando las capitulaciones de conquista de 1606. Desde ese momento dejó de ser el soberano efectivo de las Molucas, uno de sus hijos, tutelado por los holandeses, ocupó su puesto.

La VOC tras deponer a Mudafar tuteló la elección de un nuevo sultán acorde a sus intereses. Según la tradición de la isla, la sucesión del trono de Ternate no estaba vinculada necesariamente al derecho de primogenitura (incluso el hermano del difunto podía ocupar el trono por delante de sus hijos). Finamente, un consejo de notables de la isla, bajo la supervisión del gobernador holandés, nombró como rey a un sobrino del sultán Babú que paradójicamente había sido educado en Manila (donde llegó en 1606 integrando la comitiva que acompaño al sultán Zayde). Tras más de 20 años en Filipinas, a su regresó a Ternate renegó de su nombre cristiano (en Manila fue bautizado como Don Pedro de Acuña en honor del conquistador de las Molucas) y de la obediencia española para pasar aceptar colaborar con la VOC a cambio de su nombramiento como Hamsia, el nuevo sultán de Ternate.

Hijo del Sultán Naro, su llegada al trono tras la muerte de Borontalo supuso el fin de la inestabilidad en la isla y el retorno de la antigua alianza con España (el sultán hablaba español). La muerte de su padre por orden del sultán de Ternate y de su antecesor en el trono de Tidore facilitó el acercamiento a España y el distanciamiento del fuerte Malayo: el lugar donde vivía desde hacia varios años. Aunque en un principio incrédulo de las noticias españolas sobre la autoría de la muerte de su padre y de Borontalo, se acabó convenciendo y aceptó la oferta española de abandonar el fuerte Malayo para asumir el trono de Tidore. Zayde escapó durante la noche en una barca de remos para navegar hasta el puerto de Chovo en Tidore, donde una galera española le esperaba para llevarlo al fuerte del Rosario. Llegaría a la capital española al amanecer del 15 de agosto de 1639.

El sultán Zayde fue un rey enérgico, pacificó toda la isla (incluyendo la rebelde región de Toloa, en el suoreste de la isla) e inició una política hostil contra su homólogo de Ternate y sus aliados de la VOC. Esta vez, por primera vez desde la llegada a las islas, los españoles no secundaron sus acciones. La paz hispano-holandesa derivada del Tratado de Westfalia de 1648 hizo que las autoridades españoles no quisieran continuar las hostilidades contra Ternate y la VOC, siendo partidarias de mantener es estatus quo en la región. Incluso en 1653, se tuvo que retener durante un año al sultán en Kastela para evitar que encabezase ataques contra sus tradicionales enemigos.