Grandes personajes y grandes batallas

Destacados militares de las Molucas estuvieron presentes en el asedio y rendición de Breda

La expulsión portuguesa de Ternate en 1575 por parte de su sultán y llegada de Felipe II al trono de Portugal tan solo cinco años después (en 1580) hizo que las Molucas se pusiesen de nuevo bajo la órbita española. Tras varios intentos fallidos desde Manila, finalmente, en 1606, los españoles consiguieron conquistar Ternate, la isla más importante del archipiélago, y expandir la soberanía española al sur de Filipinas.


Desde Ternate, la monarquía hispana tuvo que hacer frente a uno de los mayores retos. En un territorio lejano, mal comunicado (a varios meses de navegación de Manila), rico en especias pero falto de recursos (las pequeñas islas eran incapaces de abastecer de alimentos a las nuevas poblaciones europeas), se sumó la que iba a ser la mayor dificultad de todas: la aparición de su gran enemigo europeo. En mayo de 1607, un año y un mes después de la conquista española de las Molucas, los holandeses consiguieron instalarse en las islas (fundando el fuerte Malayo de Ternate, al que bautizaron como Fort Orange, su capital, a escasos 12 kilómetros de la capital española de las Molucas, Nª Sª del Rosario (actual Kastela).


Los comerciantes neerlandeses en estrecha colaboración con sus autoridades políticas hicieron una fuerte apuesta por Asia. La formación de la VOC, Vereenigde Oostindische Compagnie (Unión de Compañías Neerlandesas de las Indias Orientales), fundada en 1602 por la fusión de las principales compañías provinciales neerlandesas, fue un instrumento muy eficaz para expandirse e intervenir en toda Asia. Todos los años llegaban a las Molucas flotas neerlandesas con el objetivo de expulsar a los españoles de las Molucas, y repetir lo que ya antes habían hecho con las posesiones portuguesas situadas más al sur (como en Ambon/Amboina e islas Banda). Sin embargo en el norte de las Molucas, no lo consiguieron. Durante casi cinco décadas españoles y neerlandeses mantuvieron un frente de guerra abierto, equiparable, por el grado de hostilidad, a los establecidos en las tierras de Flandes (la Tregua de los 12 años nunca llegó a ser respetada en estas islas). El enfrentamiento fue incluso más violento, la cercanía enemiga, a escasos kilómetros, y la adaptación a las costumbres bélicas locales, algunas necesarias para ganarse el respeto de los compañeros de batallas (como la decapitación del enemigo, símbolo de gran prestigio en la tradición marcial moluca) hizo el enfrentamiento más virulento.


Dos modelos coloniales, ambos partiendo desde Europa pero siguiendo direcciones contrarias, se enfrentaron en las pequeñas islas Molucas. Desde España, vía México y Filipinas, se enviaron recursos para sostener el nuevo territorio. Desde los puertos del mar del Norte, los barcos holandeses, siguiendo el anterior modelo luso de navegación, iniciaban la larga circunvalación por Africa, para por el Índico, llegar a Java y alcanzar las islas del clavo. Ingentes fueron los recursos de ambos bandos para imponerse sobre el otro (tanto humanos como económicos). Estas pequeñas islas se llenaron de fuertes y baluartes, testigos de continuos ataques y batallas, tanto por tierra como por mar, donde se implicaron junto a los europeos, los sultanes locales.


Como limes español en Asia, la presencia española en las Molucas sirvió para contener, en parte, la presión holandesa desde el sur. Las fuerzas españolas obligaron a los holandeses a no poder descuidar la defensa de sus posiciones, movilizando recursos que de otra forma se hubieran empleado en aumentar la presión sobre el lucrativo comercio español de la bahía de Manila. Cuando las Molucas se abandonaron en 1663 por decisión del gobernador de Filipinas, Sabiniano Manrique de Lara, justificando la necesidad de reforzar Manila ante la amenaza de un posible ataque del pirata chino Koxinga, En el fondo, era la excusa para abandonar un territorio que, económicamente (con las mejores zonas de clavo bajo control enemigo) no era productivo.


Quince años antes, en 1648, españoles y holandeses, habían firmado en Münster-Westfalia el fin de la llamada “guerra de los 80 años”. Con el fin de las hostilidades hispano-holandeses en Asia, el gasto militar en esta región ya no era necesario. Pero cuando lo fue, los fuertes y el medio millar de españoles desplegados en las Molucas soportaron el empuje de la organización económica-militar más importante del momento.

Retrato D. Adrian Pulido Pareja,, capitán general de la armada de Nueva España, The National Gallery, Londres, GB