Siglo XVII. El gobierno

Vista de la isla de Ternate, Kip, J., 1682, Ámsterdam, Rijksmuseum.

el gobierno del nuevo territorio

Completando la conquista de la capital de Ternate había que afrontar un nuevo desafío: mantener el control de un territorio alejado de Manila y escaso de recursos para alimentar a las nuevas poblaciones llegadas. Las Molucas aunque eran conocidas mundialmente por su riqueza del preciado clavo tenían el handicap de la escasez de recursos alimentarios, los cuales había que traerlos de las cercanas islas de Halmahera y Sulawesi.

LAS CAPITULACIONES DE CONQUISTA

Conocedor de la importancia de consolidar lo conseguido por la vía militar Pedro de Acuña se preocupó de lograr el vasallaje del sultán de Ternate. Bien es cierto que se había conquistado el principal fuerte de las Molucas, pero Acuña sabía de la importancia de conseguir la rendición del sultán. Su prestigio y su gran número de vasallos, dispersos en multitud de islas, podían dificultar el control de las Molucas y crear una fuerte resistencia al nuevo dominio español. Debido a ello envió una pequeña comitiva para convencerle de su vuelta a Ternate y de la firma de una alianza con España.

El 10 de abril de 1606 se firmaron en la sala central de su antigua residencia las capitulaciones de conquista mediante las cuales el sultán cedía la soberanía de sus al rey de España.

Por dichas capitulaciones el sultán se comprometía a:

  1. Entregar al rey de España sus fortalezas: Tacome (en Ternate), Gilolo, Sabugo y Gamoconora (en la costa oeste de Halmahera), así como las que poseía en la islas de Sula y Maquián. Se acordó el envió a estos lugares de expediciones españolas acompañando a su hijo, el príncipe de Ternate para proceder a hacer efectiva la soberanía (además de capturar todo la artillería, mosquetes, arcabuces y municiones que hubiese en ellas).

  2. Liberar los cautivos tanto cristianos como infieles (muchos de los cuales habían sido capturados en las islas Filipinas).

  3. Entregar a sus colaboradores holandeses y a los españoles renegados (el sultán solamente reconoció uno, diciendo que se había escapado el día de la conquista).

  4. Cesión a España de sus territorios de Batachina (zona oriental de la isla de Halmahera) y Morotai, de gran importancia para los españoles al albergar poblaciones cristianas (producto de las campañas de evangelización jesuitas realizadas durante el siglo XVI).

Tras la firma, Pedro Bravo de Acuña, receloso del cumplimiento de las condiciones, decidió que el sultán le acompañase a Manila. A finales de junio de 1606, semanas después de la llegada, el conquistador de Ternate morirá de forma repentina (bajo sospechas de haber sido envenenado por algunos de sus enemigos de la Audiencia de Manila). La muerte de Bravo de Acuña dejó al sultán Zayde de Ternate sin su gran protector. A merced de los diferentes gobernadores acabó muriendo en el exilio de Manila en 1627, más de 20 años después de su llegada.

La decisión de alejarle de sus territorios no fue acertada. En su ausencia, sus vasallos no tardaron en elegir a un nuevo sultán y consolidar su alianza con los holandeses (cuyas flotas siguieron llegando a Molucas).

Archivo General de Indias, PATRONATO,47,R.5, Capitulaciones hechas con el rey de Terrenate

LAS MOLUCAS, ¿PORTUGUESAS O ESPAÑOLAS?

ESPAÑOLAS A CAMBIO DE CLAVO

La conquista de Ternate de 1606 inició una serie de discusiones en las altas instituciones españolas sobre como gestionar el nuevo territorio. Recordemos que por el Tratado de Zaragoza de 1529, Carlos I había cedido sus derechos sobre las islas a favor de Juan III de Portugal, y, aunque desde 1580 ambas coronas estaban unificadas, los respectivos asiáticos de portugueses y españoles estaban lejos de conformar una unidad territorial. Las ciudades lusas del Estado da Índia, aunque colaboraban con las autoridades de Manila, guardaban recelosamente su independencia política y económica.

Desde el Consejo de Portugal se reclamaba que las Molucas como antigua posesión lusa debía ser reincorporada al Estado da Índia y ser gobernada desde Goa. En el Consejo de Indias no se compartía la idea. El esfuerzo militar y económico había sido español, por tanto el nuevo territorio debía ser regido desde Manila siendo el gobernador de Filipinas el nuevo máximo responsable de su administración. Además, para las autoridades españolas la soberanía era española por otro motivo: por derecho de conquista. Los derechos de soberanía lusos ya no eran legítimos debido a su doble derrota: la primera ante el sultán de Ternate en 1575 cuando aceptaron capitular su fuerte y la segunda ante la flota holandesa que procedente de Ambon expulsó a los portugueses de Tidore en 1605.

A finales de marzo de 1607, Antonio de Ordás, secretario de Pedro de Acuña, llegaba a Sanlúcar de Barrameda en el navío de aviso de la Nueva España, llevando la noticia a España de la conquista de las Molucas. Fue el inicio de una serie de discusiones donde se retomaron los argumentos esgrimidos en los años previos al Tratado de Zaragoza, donde cosmógrafos de cada bando volvieron a discutir sobre la situación del antimeridiano del Tratado de Tordesillas.

Finalmente, en una decisión salomónica el Consejo de Indias decidió que en lo político y militar las Molucas se administraran desde Manila (un nuevo puesto de creación el gobernador de las Molucas, con sede en el fuerte de Nª Sª del Rosario sería en encargado de administrar las islas con la ayuda de un cuerpo de oficiales reales llegados desde Manila). Para compensar esta situación, en lo económico y religioso las islas serían administradas desde Goa y Malaca.

En contraprestación a la nueva soberanía española se otorgó a Portugal el comercio del clavo. Los barcos lusos transportarían el clavo como lo habían hecho tradicionalmente, desde las Molucas a Malaca y Goa, ya que estimaban que este comercio era una de las bases económicas para el mantenimiento de las flotas del Estado da Índia. Paradójicamente mientras los autoridades ibéricas discutían sobre la nueva administración, flotas holandesas seguían llegando a las Molucas para, poco a poco, ir haciéndose con las mejores zonas de clavo de la región.

En el aspecto religioso, las Molucas seguirían dependiendo del obispo de Malaca. Aunque numerosos religiosos (principalmente franciscanos y jesuitas) llegaban desde Manila, el vicario de Ternate era nombrado por el obispo de Malaca, de donde también dependía la institución inquisitorial (en este caso del Tribunal de la Fé de Goa). Los soldados españoles verán que los encargados de custodiar la moral de la islas iban a ser clérigos portugueses. Una disfuncionalidad que no fue resuelta hasta décadas después, en 1654, cuando el obispo de Manila pasó a supervisar los asuntos religiosos de las Molucas.


El socorro del maluco

Ricas en clavo, las islas carecían de alimentos para el incremento de población que se produjo a raíz de la conquista. Este desequilibrio especias-alimentos no era nuevo, los sultanes de Ternate y Tidore lo arrastraban desde el pasado, de modo que la llegada de los europeos aumentó un problema ya existente. Los sultanes resolvieron esta carencia gracias a su control sobre las zonas donde se encontraba la fuente alimenticia por excelencia en toda la región: el sagú. Una palmera de gran abundancia en Halmahera, de cuyo tronco se obtenía una especie de harina con la que se elaboraba un tipo de bizcocho que constituyó el principal alimento de las Molucas, y la principal fuente de aportes de hidratos de carbono para sus poblaciones.

Para suplir las carencias en un territorio tan lejano los españoles tuvieron que habilitar una flota periódica que partía todos los años del puerto de Cavite en Manila (entre los meses de noviembre-diciembre) para en un viaje de 1-3 meses llegar a las Molucas.

Unos meses antes habían llegados los galeones procedentes de Acapulco, con lo que parte de los soldados, armamentos y dinero llegado de Nueva España, podían partir hacia el sur y de este modo reforzar las posiciones españolas en las Molucas.

La flota tras partir de Cavite, recalaba en el puerto de Iloilo de la isla de Panay donde se embarcaba el arroz de la provincia de Pintados (esencial para cubrir las raciones semanales que correspondía a cada soldado). La flota continuaba hasta el puerto de la Caldera en la isla de Mindanao (enclave español desde donde se intentaba la complicada región del sur de Filipinas). Tras dejar Filipinas, la siguiente escala era la isla de Siao (su monarca, fiel aliado de los españoles, habilitó su isla como base logística de los españoles de las Molucas), antes de afrontar momento más complicado de la travésia: la entrada a Ternate y Tidore, donde la flota holandesa aguardaba todos los años la llegada del socorro con el objetivo de hacerse con los recursos españoles.

*En ocasiones la Punta de Naro, sustituía como escala al puerto de Iloilo. Con el objetivo de acortar tiempo este sitio, en el extremo occidental de Panay, era el punto de encuentro entre la flota salida de Manila y los barcos cargados de provisiones enviados desde Iloilo.

Retrato de Cornelis Matelieff
Grabado del fuerte Malayo (Ternate)
Entrada marítima Ternate- Tidore

El peligro holandés: el enemigo a las puertas

La conquista española de Ternate no supuso el inicio de una etapa de estabilidad. Fue más bien todo lo contrario: el comienzo de una guerra contra el enemigo holandés. La apuesta neerlandesa por las islas del clavo fue agresiva y decidida. En 1605, un año antes de la conquista española de Ternate, desde la isla de Texel, partía una gran flota de 11 barcos al mando del almirante Cornelis Matelieff con el objetivo de apodarse de los enclaves ibéricos en Asia. Tras fracasar en el toma de Malaca (mayo-diciembre de 1606) la flota continuo hasta Java, para llegar finalmente en mayo de 1607 a Ternate y conseguir, pese a la oposición y con la ayuda de los rebeldes ternates, establecerse en la isla, donde fundaran su capital: el fuerte Malayo (a 12 kilómetros de la capital españolas del fuerte de Nª Sª del Rosario).

Desde ese momento, Ternate, y todas las Molucas, pasaron a estar divididas en dos bandos:

España-Tidore X Holanda-Ternate


Las Molucas se convertían en el frente de guerra más lejano del conflicto hispano-holandés. De especial virulencia, con los enemigos separados a escasos kilómetros de distancia, las islas empezaron a poblarse de fuertes y toda la región quedó polarizada por el conflicto. Una simple salida al exterior de los fuertes o una pequeña navegación entre dos islas cercanas podía suponer la captura por el enemigo. La Tregua de los 12 años no fue respetada en estas islas (1609-1621) y el Tratado de Westfalia (1648) que puso fin a la llamada Guerra de los 80 años (1588-1648) no fue reconocido hasta bien entrado 1651.

Las rutas españolas y holandesas a las molucas

La lejanía de las Molucas respecto a Europa hace que, independientemente del bando que nos ocupemos, debamos valorar la presencia europea en estas islas. Después de atravesar el Atlántico de este a oeste, los españoles debían superar el inmenso Pacífico, para finalmente vía Manila llegar a las islas del clavo desde el norte. Por contra, los neerlandeses, siguiendo la pionera ruta portuguesa, tras navegar hasta el sur del Atlántico, debía remontar el Indico para a través del mar del Java alcanzar las Molucas desde el sur. Saliendo desde Europa, ambos se volvía a encontrar en las Molucas, habiendo recorrido la mitad del globo. Un viaje que en casi de hacerlo de ida y vuelta les empleaba, estancias en escalas mediante, casi tres años.

Sigamos el recorrido de las expediciones responsables del establecimiento de ambos en Ternate. Es la mejor manera de apreciar y valorar el largo camino entre Europa y las Molucas.